Hace exactamente tres años un grupo de investigadores intentaba recrear un violín de la calidad de los míticos Stradivarius. El método empleado para ello fue tratar la madera hirviéndola en una mezcla de sustancias similar a la que se creía usaba para preservarla el mítico luthier Antonio Stradivari. Este procedimiento dio como resultado un buen violín, pero no comparable en calidad sonora a los Stradivarius. La hipótesis manejada por los investigadores, era que el secreto de los Stradivarius residía en el tratamiento previo de la madera, resultó no ser cierta.
Por esta razón, se barajaron hipótesis alternativas. Es conocido que desde 1645 a 1715 el Sol sufrió un mínimo en su actividad, llamado mínimo de Maunder. Dicho mínimo se sitúa a su vez dentro de un periodo aún más largo de inviernos muy fríos y veranos no muy calurosos, que se dio en llamar la Pequeña Edad de Hielo. Antonio Stradivari nació en 1644, por lo que su actividad profesional como lutier la desarrolló, precisamente, en pleno mínimo de Maunder. Por esta razón, una de las hipótesis supuestas para explicar la maravillosa calidad sonora, fue que la madera que usaba Stradivari, al haberse desarrollado en un clima más frio de lo normal, poseía baja densidad y alta rigidez.
La sonoridad viene del frío
De hecho, estudios dendrocronológicos, basados en las medidas de los anillos de los troncos de los árboles, han determinado, en efecto, que la madera utilizada por Stradivari para construir sus violines provenía de árboles que habían desarrollado anillos anuales menores que los normales, como reflejo de su crecimiento en una época extremadamente fría. Así pues podría ser cierto que las cualidades de la madera podían ser el factor determinante que explicara la extraordinaria sonoridad de los Stradivarius, más que su tratamiento previo o incluso, como también se ha llegado a suponer, las colas y pegamentos utilizados en la confección de los instrumentos.
Pero ¿cómo se puede hoy producir madera similar a la que usó Stradivari? Podríamos hacer crecer árboles en un lugar cerrado, con temperatura, luminosidad y humedad controladas, pero sería necesario esperar unos cuantos años antes de disponer de madera adecuada.
El problema es modificar sus propiedades actuales mediante un tratamiento que disminuya su densidad y la aproxime a la de la madera crecida en el periodo frío en el que Stradivari vivió. Es lo que pensó un grupo de investigadores suizos, dirigidos por el científico de materiales y biotecnólogo Francis Schwarze.
Sonorización por ataque de hongos
Para conseguir reducir la densidad de las maderas de Picea de Noruega y de Arce Blanco, las utilizadas por Stradivari, los investigadores trataron la madera de estos dos árboles con especies de hongos capaces de digerirla parcialmente, pero sin degradarla demasiado. Los investigadores trataron la madera con estos hongos por distintos periodos de tiempo, y determinaron después su densidad, elasticidad, velocidad de transmisión sonora y otras propiedades. La madera así tratada fue utilizada por el luthier Michael Ronheimer para construir dos violines. Evidentemente, los violines construidos debían ser comparados a los Stradivarius originales para comprobar si el tratamiento con hongos modificaba las propiedades sonoras de los instrumentos.
Para llevar a cabo esta comparación, se organizó un evento musical comparable a los estudios doble ciego empleados para evaluar la eficacia de un nuevo medicamento. En estos estudios ni los médicos, ni los pacientes, conocen si reciben el medicamento o un placebo inactivo en su lugar, lo que permite analizar los resultados evitando posibles sesgos. En nuestro caso, el violinista británico Matthew Trusler interpretó, ante 180 personas, cinco veces la misma pieza utilizando para ello cinco violines diferentes, sin saber nadie, ni el violinista ni los oyentes, cuál era cuál. Los violines incluían un Stradivarius valorado en dos millones de dólares, construido en 1711; dos violines construidos por Michael Rhonheimer con madera atacada con hongos; y dos violines construidos también por Ronheimer con madera no tratada.
Los 180 espectadores, tras escuchar atentamente la misma partitura interpretada con los cinco violines distintos, tuvieron la oportunidad de votar cuál de las cinco interpretaciones les había sonado mejor. Aquí surgió la sorpresa. El Stradivarius obtuvo 39 votos, lo que no está mal, pero lo sitúa muy lejos de los 90 votos obtenidos por uno de los “violines podridos”, precisamente el fabricado con madera tratada con hongos por el periodo más largo de los empleados por los investigadores: 9 meses.
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